Amanecer desde la 402

Recuerdo lo que sentí cuando, por primera vez, subí a esa terraza. Fue en 2014, el edificio estaba destrozado por el paso de los años, y llegar al quinto piso era peligroso por aquella escalera empinada que muchos vecinos de la villa conocieron. Ya no queda nada de todo aquello. Sólo unos pocos detalles que pudimos mantener, asoman hoy en las paredes de algunas de las habitaciones y de la fachada y nos recuerdan así el antiguo hostal.

Los paseos por San Lorenzo de El Escorial son especiales; me gusta caminar y hacerlo cuando las calles están ya vacías, es un placer difícil de explicar.  Un paseo por la Lonja al atardecer presenta el Monasterio inmenso, majestuoso. Da igual si hace frío o calor, o viento o nieve, cada día es diferente y se disfrutan todos. Solo hay que salir abrigadito. Toda esa piedra… ¡transmite tanta fuerza!

En San Lorenzo de El Escorial, tenemos muchos días de sol, esos cuando el cielo de Madrid está limpio, sin nubes, y solo se perciben pequeñas brumas que pintan el amanecer como un momento único.

Un cliente puso las palabras de este título el Amanecer desde la 402, en su comentario; otros lo hacen con fotos, agradecidos, sorprendidos, confortados… Nosotros ofrecemos este hotel por tranquilo y especial, pero hay que vivirlo.

La 402 es la habitación más sencilla, apenas colorida, en tonos blancos y tostados, pero ofrece unas vistas impresionantes.

A primera hora del día, las torres del Monasterio aparecen con un tono diferente y desayunar sin prisa en la suite, disfrutando de las vistas y del vuelo de las golondrinas muy cerquita, colma la experiencia.

Hoy, un huésped escribía:

 “…..Las suites en el cuarto piso ofrecen la vista más majestuosa del Escorial que pueda encontrar en la ciudad. Usted se quedará dormido mirando las iluminadas cimas del monasterio y se despertará viendo la luz rosada del alba tiñendo las paredes de piedra del palacio enmarcadas por las montañas de color verde oscuro. ¡Absolutamente mágico! Solo querrás sentarte en el balcón con un vaso de vino tinto, un trozo de tortilla y un poco de queso, empapándote del sol mientras contemplas en paz la encantadora vista. Se siente como si estuvieras flotando en la cima del Monasterio….. . ” 

Y me daba las gracias.  ¡Gracias a ti, Francesca!

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